Las actrices y el actor del ANIMAR MoCap -que funciona en el predio de Tecnópolis- Un grupo de alumnos y alumnas de la Escuela N° 77 “Estanislao del Campo”, de la localidad de González Catán, en La Matanza, visitó el estudio de animación en movimiento que funciona en Tecnópolis, creó su propio avatar y se divirtió viendo cómo funciona está técnica en el mayor centro de América Latina, en esta entrevista, cómo es actuar con la técnica de Motion Capture para recrear desde una batalla en un videojuego hasta una serie de animación con animales en la selva
“¡Esto está buenísimo!”, dice Ezequiel, de la Escuela N.° 77 “Estanislao del Campo”, de la localidad de González Catán, en el partido de La Matanza. Más adelante, Bruno, un compañero del mismo grado, asiente, eufórico: “¡Me hizo reír mucho todo este rato!”.
Los chicos, junto a sus compañeros y compañeras del sexto grado, están de visita en el parque educativo Tecnópolis y, entre la gran cantidad de atracciones del predio, sus maestras los llevan de excursión al ANIMAR / MoCap, el estudio de animación de captura en movimiento que funciona desde hace más de un año en ese sitio.
El ANIMAR / MoCap está montando sobre un gran estudio de 23 metros de largo, por 12 de ancho, y seis de altura que permite realizar tomas áreas con arneses. Las 72 cámaras, más un juego de iluminación, provoca la mirada de los chicos y las chicas ni bien llegan al espacio.
El espectáculo del ANIMAR / MoCap inicia poco después, cerca de las 11, una mañana soleada y calurosa de fines de agosto: falta poco para que llueva y el viento del oeste –que presiente la tormenta de Santa Rosa– humedece un poco el ambiente y se cuela por las puertas recién abiertas para la llegada de las escuelas.
Los chicos de González Catán se sientan, por un largo corredor, al costado de las cámaras, unos al lado de otros, sobre la izquierda. Hacen chistes, se ríen de todo, aunque la función todavía no arrancó. En cambio, las nenas se arremolinan, en la otra punta, a la derecha. Las luces de colores, finalmente, se apagan y las pantallas de los televisores muestran una pequeño documental que resume la historia de las series y las películas de animación en la Argentina.
Unos minutos después, dos actrices –Florencia Solís y Fernanda Bercovich—y un actor –Walter Gómez, que además es experto en artes marciales y doble de riesgo en películas—serán los encargados de mostrar cómo funciona este grupo de técnicas que se usan para reproducir los movimientos de un sujeto real, denominadas MoCap (por las siglas de Motion Capture, en inglés).
Este movimiento se trasladará a un modelo digital 3D, que será animado con los que fueron registrados de manera inicial. El material, poco después, se podrá transferir a modelos, escenarios y personajes digitales: utilizados en cine, televisión o videojuegos, entre otras aplicaciones posibles: desde videojuegos, realidad aumentada, realidad virtual y publicidad hasta cortometrajes, series y largometrajes.
La técnica para ese traslado es un software, Unreal Engine, que proporciona el resultado de las capturas y que puede verse en tiempo real. En una serie o en una película determinada, esta técnica permite que los tiempos de producción se agilicen y, por eso mismo, también los costos de trabajo bajan de manera considerable.
—¿Qué películas o series de animación conocen o vieron en estos días?—, le preguntan a su público.
—¡Yo vi los Minion!—, responde uno, el brazo en alto.
—¡Yo, Zamba!—, dice otra niña, más allá.
—Acá, ¡Batman!” —, grita otro chico.
Florencia Solís hará, esa mañana, el personaje de Nina. Una de las cosas que más le cuesta de su protagonista es no levantar los brazos más allá de los hombros: los personajes son tan cabezones que si en la imagen ella hace esos movimientos, eso se superpone en la pantalla.
Walter Gómez –más conocido como “Shao”— se compenetra con el personaje de Zamba, el niño oriundo de Clorinda, que le da nombre a la serie y que los chicos y las chicas reconocen, casi, de manera instantánea. Fernanda Bercovich, por su parte, se mimetiza con un mono con el que Zamba y Nina se toparán en la selva, con un chamán arriba de la Cordillera de los Andes o un árbol en medio del desierto.
Al mismo tiempo, desde el control del estudio, los directores, los productores y los técnicos lograrán captar esos movimientos de sus cuerpos, sus rostros y sus manos, que se amplificarán sobre las pantallas con los diseños específicos de cada uno de los personajes de animación para los que deban prestar la imagen.
Un poco después, los actores propondrán a los niños y las niñas el diseño de un “avatar” para que –en el formato más conocido por ellos: los videojuegos—, los chicos y las chicas piensen las diferentes estrategias, los escenarios y los modelos para desarrollar esas animaciones. El público, expectante, entonces dividirá la atención entre lo que pasa con los artistas sobre el espacio y los resultados que obtendrán, por las capturas de movimiento, sobre las pantallas.
El ANIMAR / MoCap –el sistema de capturas más grande de América latina–, será el escenario entonces para ese videojuego creado de manera colectiva y que guiará la historia, finalmente, por los paisajes de una selva verde y espesas, el desierto árido y seco de la Puna y hasta la mismísima Cordillera. Por eso, ya en la despedida, como las aventuras de ese niño pequeño y curioso de Clorinda que, aquí, en este grado de la Escuela N°77 todos conocen de memoria, esa historia, finalmente, podría titularse:
¡La asombrosa excursión de Zamba y Nina para salvar al cóndor andino!
La reapertura del parque educativo Tecnópolis permitió que, desde mediados de octubre de 2021, se lleve adelante un espectáculo gratuito, para todo público, donde se narra la historia de la animación en la Argentina y se realiza una demostración, en vivo, de la técnica del proceso de captura de movimiento.
La propuesta, que se desarrolla en tiempo real, tiene por finalidad inspirar a las niñas, los niños, los adolescentes y jóvenes a conocer la posibilidad del MoCap. Hasta el momento se realizaron más de 500 funciones para escuelas de todos los niveles y modalidades educativas que visitan el parque y, también, público en general con una llegada a más de 30.000 personas.